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La edad fisiológica y la edad social no siempre coinciden, y consecuentemente, esta falta de sincronía ha causado estragos en esta sociedad, inventando delirios religiosos, emocionales y sentimentales para justificar su dificultad para crecer.

Convertirnos en adultos requiere mucho más que cualquier precepto de psicología. Es doloroso, pero necesario e implica valentía, compromiso y responsabilidad con uno mismo, con los demás y con el entorno.

No es una tarea fácil, pero tampoco es imposible solo si adquieres el verdadero compromiso de salir de donde estás y moverte hacia donde quieres. Ser adultos es comprender la vida, y vivir en amor, paz y plenitud.

La sociedad en donde nuestros hijos crecen está de cabeza, lógicamente, es la misma donde nosotros también crecimos. Nos enseñaron a tener miedo, a culpar, a no hacernos responsables, a señalar a otros, a buscar las soluciones afuera y no adentro.

Lo más trágico del caso es que desde ese lugar estamos enseñando a nuestros hijos sin darnos cuenta que contribuimos a seguir creando una sociedad aun más confusa. La única manera es despertar ahora.

Y despertar ahora es nada más y nada menos que tener la valentía de convertirnos en adultos. Por supuesto, en función de cómo has vivido tu infancia y los vínculos con tus padres, necesitarás más o menos esfuerzo para lograr alcanzar tu madurez emocional, pero a pesar de eso, te digo que es posible y quiero tratar de ayudarte en ese tormentoso camino.

La edad fisiológica y la edad social no siempre coinciden, y consecuentemente, esta falta de sincronía ha causado estragos en esta sociedad, inventando delirios religiosos, emocionales y sentimentales para justificar su dificultad para crecer.

¿Cómo nos hacemos adultos?

Sencillo, comienza a cuestionarte, a analizar tu pasado, pero no a quedarte anclado en él. Trabaja esas responsabilidades que no eran tuyas, pero que asumiste lo mejor que pudiste, independientemente del resultado.

Segundo, empieza a perdonar, no culpes a nada ni a nadie. Enfréntate a la emoción de la culpa en lugar de evitarla. Cuando logres gestionar la culpa verdaderamente con consciencia y conciencia, (ambos términos son diferentes) alejándote del miedo y acercándote al amor, te acercarás un poco más a esa madurez mental y emocional.

Luego, perdona también a tu sistema de familia, padre, madre, abuelo, hermanos, ellos hicieron lo que pudieron, no los culpes, acéptalos con sus circunstancias y suelta ese peso de vivir en rencor contra ellos. Si, puede ser que sea difícil, pero cuando lo ves desde otro punto de vista, y no solamente desde la “víctima” el panorama cambia por completo.

Por último, deja de llorar, quejarte y buscar las soluciones afuera. Tú eres la solución a tus propios problemas, todo está dentro de ti, no cedas a los delirios colectivos y asume tu responsabilidad. Debes ser fuerte, estoico, firme y contundente.

No dejes que esta sociedad te contamine con sus locuras, recuerda que fue ella la que te empujó a permanecer siempre perfecta/o, bella/o, con espíritu joven y aparte, la que te llevó más al miedo y te alejó del amor.

Te engañó haciéndote creer que todo sería fácil, color de rosa y como en las películas de Disney. Por supuesto, la vida tampoco es un infierno, solo si tú lo deseas. Lo que realmente importa es comprender que más allá de que sea como en un cuento de hadas o como un verdadero infierno, todo depende de ti.

De cómo te haces responsable de ti misma/o, de tu vida, de cómo estás ahora, de tu pasado, tu presente y tu futuro. De cómo manejas tus finanzas, ahorros educación e inversiones y por supuesto, de cómo trabajas tus emociones comprendiendo que todo parte desde la consciencia y la calidad de tus pensamientos.

Es más fácil eludir responsabilidades y sentir que estás en una zona cómoda en lugar de moverse hacia zonas desconocidas. Sal de ese letargo que implica vivir, y soluciona tu vida convirtiéndote en un adulto.

REYNA REAL

Foto de Karolina Grabowska by Pexels